domingo, julio 30, 2017

(KECH-J2486) Confucio y el gitano


Las olas del otoño tiñen todo de un color ámbar, un tapiz crujiente va marcando los pasos de una ciudad adormecida cubierta de  gentes taciturnas, cavilantes, grises. En este paisaje me siento feliz, no paso inadvertido, ellos, también ellas, sienten mis pasos, el resoplido sonoro de mi respirar, como ríe la vida, perdón, esa es otra historia, la de Gitano. 
Decía que aquí, hoy, me siento feliz, despiertan mis ganas de devorar, masticar tibia carne, son las olas del otoño y las hojas, crujientes quiebres de finos huesos, brillan mis ojos, me transporto. 
Soy yo y seis otros hijos y otras hijas de mi madre, ellos son tres y tres ellas también, el primero o el mayor soy yo, antes de mi ella era solo una ahora son más que uno, quizás sin límites, pero, al mirar atrás en busca de principio veo que otras yo me están antecediendo, ya han construido y me han dibujado, hecho cuerpo, hecho carne, Gitano me llamaron.
He aprendido a amar a Confucio, no necesito buscarlo, ni esperarlo, ni abandonarlo, siempre está, es su poder. En un comienzo yo era inmune, me era invisible...

Lo que sigue: Amalgama pluriforme de ángulos e intersticios.