El hombre que se fue dejó un lugar vacío, nadie lo quiere ocupar; el que esta al lado - hacia la izquierda - prefiere esperar desde otra posición, la poesía negra de poetas de mala muerte no es su delirio. El papel seco ya se hace polvo; el hombre que se fue tuvo una última suerte, ser leído y rescatado del siempre olvido: “soy aquél poeta muerto
en un lecho de letras de amianto
flores de arsénico ocultan mis pies
cadáveres sangrantes lloran mi llegada
en el color de la mortaja pinté el juego negro de mi vida
de paso en paso la trompeta hundió mi cuerpo en las raíces”
(de Historias de Paradero)
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