Me di cuenta que tenía alas el día que mi cuerpo se disolvía, en el mismo momento en que el viento esparcía mis cenizas y me elevaba. Abierto al inmenso cielo al suelo acogedor yo regresaba. Las flores que fueron mi tumba alimentaban mi osadía y el sol que abrigó mi agonía alumbró mi eterna vida, que era para algunos, tan solo un día.
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