He decidido dejar de
husmear entre tus cosas, ya que no es necesario proponer un encuentro; las
hojas de tu diario están desparramadas en el paisaje y en todos los rincones de
esta casa que también fue tuya. Por doquier aparecen y se esconden las huellas
de tus pasos, como la luna y el sol, como el viento y el mar; quizás mañana
intente hilvanar alguna historia, algo que pueda dar sentido a los giros
de la rueda de nuestra fortuna, quizás;
mientras, me regocijo en los regalos del hondo brillo de tu ausencia.
Amado Cerdo, algún
día, cuando yo no este, mirarás por todas partes como buscándome, te sentirás
triste y desolado, abrumado, aburrido, apolillado y “amermela’o”, todo eso eres querido Cerdo; en resumen, seguirás
fielmente tu libreto de dulce charlatán desprevenido. Ya no estoy; no llores,
no te sienta bien; aquí va mi regalo:
La vuelta de la esquina (auto – presentación).
En la vuelta de la esquina hay un kiosko. En el kiosko
revistas, en las revistas historias, en las historias quien las vende, en quien
las vende un vendedor, en el vendedor unos ojos y esos mismos ojos son los que
tengo yo: El Vendedor
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