Por una extraña costumbre solemos hablar de la gente después
que esta ha dejado de existir en este plano, digo el de los vivos, y yo que
pertenezco a la misma tribu a la que pertenecemos todos
hago lo mismo; mas esta
vez lo hago con autorización, no expresa del difunto porque no me la puede dar
o quizás me la esta dando al facilitar que el flujo de pensamientos se impregne
en signos descifrables para otros, bueno no es lo central; me siento autorizado
por su presencia, que no es otra cosa que el estar, más allá del cuerpo, más
allá del tiempo y del espacio. Estamos cuando nos entrecruzamos, cuando hacemos
del encuentro un rito y convertimos los gestos en historia, del hoy y del
mañana, es decir esculpimos un instante que es imperecedero, que se queda
radiante por una eternidad. Miró la ventana y la luz del sol trasluce los
quietos colores de mis fantasías budistas; unas más largas y otras más cortas,
las banderitas verdes, azules, rojas, amarillas y la blanca, trastocan mi
atmósfera con una mano tibia que agradece el encargo y que trasunta de trabajo
el cuento de la sombra y del olvido. El pequeño sastre, un muy buen nombre para
uno de los muchos magos que van pintando nuestra vida sin que siquiera lo sepamos;
en su enjuta maquina que ahora tiene alas, vuela feliz surcando el cielo
entelado de un Valparaíso que no se resigna a la ignominia y al asco de los
rapaces.
La imagen es de Evita Eve: https://www.facebook.com/HevitaEveilustraciones?fref=photo
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