lunes, agosto 13, 2012

(KECH-J674) Heroína

Pensé en huir, la última noche de mayo. Preparé todo, los víveres, la muda, el testamento, la perra y la guitarra; pero me faltó el coraje. Una vez más sucumbí a los embrujos de la sombra, al agridulce de sus ojos ensoñadores. Me sigue matando pedazo a pedazo y a pesar del sufrimiento no puedo, no soy capaz: la cobardía engalana mi pereza y su lujuria muerde mis talones. Si hubiese sabido lo que me esperaba no la hubiese salvado, la habría dejado ahí, presa de la carroña; sin embargo, no pude resistir al encanto de su sangre ni la magia de su inocencia engalanada por miles de cuerpos desgarrados, era el último respiro de un campo de batalla imaginario, de un infierno de fuego y flores. Entre mi locura y sus encantos media la guerra, ese antiguo rito de titanes alimentándose de inocencia ¿Qué más podría haber hecho yo, un superhéroe de pacotilla, al medio de la vorágine de la razón festinándose a la justicia? ¿Qué habrías hecho tú, si fuese a ti a quién le hubiera tocado salvarla? El mundo se hacía añicos y en medio de ruinas, un cuerpo ensangrentado con unos ojos de diosa suplicando por salvación; fui el elegido, no fue el destino quien lo quiso, fue la vida y su juego infinito. Desde aquél día hasta hoy han pasado miles de años; decenas, cientos, miles de guerras han vuelto a ocurrir, más y más carne para la carroña, más y más sangre para la justicia, para los dioses, para los equilibrios, para los reyes, para los pueblos; ellos no dejan de matarse, día tras día, noche tras noche, segundo a segundo, abrazado a su cuerpo, temblando de miedo, agazapado en la trinchera de su vientre, volamos sobre zanjas repletas de vísceras, ciudades quemadas, calles cubiertas de cabezas de niños, gatos chamuscados, vacas carnívoras bajo un cielo a veces brillante a veces gris. Las alambradas, los muros empalados, el aceite hirviendo cayendo sobre las cabelleras, los aviones dejando caer millones de bombas, en los rincones suena la música, algunos bailan mientras pueden, otros ríen, algunos se piensan libres y sueñan, aún tienen tiempo para los hijos, para las manos tiernas de la esperanza. Me rebelo a la seguridad de su amor, quiero volver al campo de batalla, quiero volver a morir, quiero y no puedo; su belleza salvaje me ha atrapado, el engaño de su sangre es la falsa paz de los profetas, lo se, desde el mismo instante en que la tome entre mis brazos. Lloró y la lluvia me engaña, una vez más, otra vez más.