domingo, mayo 29, 2011

(KECH A1-N232) El fulgor de los años.

Ni tu ni yo ni nadie sabía ni supo, quizás aún nadie lo sabe, que el tiempo es aqui y ahora y que la poesía tiene la virtud de congelar momentos que quedaran dispuestos para otros ahora; en esas fisuras temporales ni tu ni yo no estaremos disponibles para lamentos y soledades: somos polvo de estrellas, hermanxs en la singularidad de lo eterno.
(gracias talentosa y bella lecielest )

(KECH A1-N231) El pulso dulce de tus dedos

Una a una las pulsaciones van entrelazando letras que se arriman a frases que buscán hilar un cuento o dibujar una red que atrape un pedazo de nuestras vidas en la maraña fantastica de la existencia de algo en medio de la nada o también de la centralidad de la nada por la ausencia de algo que llene el vacío o la ausencia de completitud como mejor parece explicarse aquello que esta pero no se deja ver por su condición irrenunciable de invisibilidad, parece que el honor otorgado por esta primera y quizás única coma es el de la pausa silente misma que permite la existencia de un ritmo de pulsar mismo que podemos sincronizar con nuestra respiración y también con su ausencia, aquella que configura la quietud de las partidas, el llanto del imposible el pañuelo al viento de nuestra suspención incorporea y silente. Besos de amor invisible son tañidos de campanas para un corazón invencible, para un leon liberado que no para de correr despavorido por sabanas que no son ni su castigo ni su delirio. Amor cuantico y belleza visceral, nada nos separa porque nunca nada nos amarro; más libres que nunca nos soñamos explosivos, noctambulos y ancestrales. Abrazo eterno entrelazando nuestras tibias manos, mi amada y pequeña estrella.

jueves, mayo 26, 2011

(KECH A1-D227) ¿Por qué las personas escriben novelas pudiendo escribir cuentos?

Por qué las personas escriben novelas pudiendo escribir cuentos? Esta clásica pregunta de lectores ardorosos tiene tantas respuestas como estrellas hay en el cielo, tal cual es posible encontrar respuestas a otras clásicas preguntas como son a modo de ejemplo la interrogante del porque los perros persiguen a los gatos o del porque los hombres prefieren reunirse a platicar con sus amigos en vez de quedarse solos mirando hacia ninguna parte; no obstante de las muchas respuestas vistas, me quedo con dos, una dada por Jorge Luis Borges, quién dice: "Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de explayar en quinientas páginas una idea cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos" y otra dada por Roland Barthes quien esboza con hermética galanura, lo siguiente: "Innumerables son los relatos del mundo". A pesar de que las dos citas anteriores satisfacen plenamente mi inquietud dubitativa, requiero, con el fin de dejar bien cerrado el hoyo de esta interrogante, esbozar a modo de síntesis lo dicho por Gabriel García Márquez: "Lo que más me importa en este mundo es el proceso de creación. ¿Qué clase de misterio es ése que hace que el simple deseo de contar historias se convierta en una pasión, que un ser humano sea capaz de morir por ella; morir de hambre, frío o lo que sea, con tal de hacer una cosa que no se puede ver ni tocar y que, al fin y al cabo, si bien se mira, no sirve para nada?". Contar historias es exponer una idea para sumarla a la memoria de Funes, a la Biblioteca Infinita o al almanaque de los innumerables relatos, hacerlo más o menos extenso con más o menos talento es lo que va haciendo las diferencias; ahora ojo, que el talento es más un hijo del tiempo y la paciencia que del genio, aunque sin este último, ya sea a lo menos en condición de ambición, es imposible aventurar en la construcción de realidades desde el pensamiento creativo de una mujer u hombre ansioso y dispuesto a parir historias. A esta altura, me pregunto ¿Por qué he llegado hasta aquí? ¿Qué me ha motivado a sumar una nueva página a mis propios relatos, muchas veces soliloquios? Debe ser, tal vez, la sana ociosidad de un momento libre de todo otro momento, una grieta atemporal en el circuito de mi vida, misma que me podría servir de inspiración para muchos, para infinitos relatos, tal cual he ido aprendiendo de mis maestros y maestras; yo mismo soy todas las posibilidades del universo y conmigo nacen y mueren los infinitos universos de galaxias, mariposas, perros, gatos y estrellas. Que este sea solo un cuento o una novela, dependerá fundamentalmente de las cosas que ocurran al interior de este laberinto; si por la puerta principal de esta habitación entra un hombre de apariencia gris, maltraído y con cara de asesino o el mismo hombre gris acompañado de un conejo blanco y de una pareja de enanos o simplemente si no entra nadie.

Mi vida en el laberinto versión hombre gris con cara de asesino.

El llegó hasta aquí a la hora que debía; venía cansado, tenía hambre y sed. Luego de apuntarme con un revolver calibre 58 y de amarrarme a la única silla disponible en esta habitación, me explicó que su misión era hacerme desaparecer, que él era el ejecutor de un juicio ya realizado donde mi única defensa fue esgrimida por una mujer vieja y enferma, evidentemente carcomida por años de dolor y sufrimiento que decía ser mi madre y que apelaba a mí condición de buen hijo, de persona amable que jamás habría siquiera haberse atrevido a dañar a alguien, pero que, a pesar de su tono lastimero y su discurso consistente, no fue capaz de desacreditar y mucho menos negar el testimonio veraz de una decena de victimas con sus respectivas centenas de testigos, algunos encubiertos otros no, que señalaban con indesmentible e inquebrantable lucidez el carácter anómalo de mi personalidad y el gran daño que había causado en la vida de todas ellas. Me señaló que antes de morir, mejor dicho que antes de matarme, él debía leer el veredicto del juez, cuestión que haría una vez que pudiese comer algo y descansar; nadie, indicó con un tono abatido, puede viajar una vida entera, luego de participar de un juicio que duro otra vida completa, llegar a realizar una ejecución sin tener satisfechas necesidades mínimas como son no tener hambre, sentirse limpio y descansado. Lo miré con cara de pollo y le dije que bajara a la cocina, que comiera lo que quisiese, que luego podría bañarse y que si quería podría también cambiarse ropa, usando la mía que estaba limpia; hizo un ademán de aceptación, dio media vuelta y bajó. Han pasado cerca de doscientos años desde aquel evento y nada ha cambiado; sigo aquí sentado y mi verdugo aún no regresa; hay momentos en que tengo ganas de escapar, pero no me atrevo, pues no quiero seguir causando daño a seres imaginarios, no quiero que a mi condena le sumen también la rebeldía; aunque me sueño bajando por las escaleras gritando mi libertad mi sentido de justicia me obliga a seguir esperando a este hombre gris y cansado que tiene por misión matarme.

Mi vida en el laberinto versión hombre gris con conejo blanco y pareja de enanos.

Al verlos entrar no pudiste hacer otra cosa que reírte, no podías parar de reír, nunca antes te habías reído así, cuando las lágrimas comenzaron a secarse y la cianosis comenzó a cubrirte el rostro, el conejo absolutamente descontrolado salto sobre tu cama apoderándose con sus incisivos del lóbulo de tu oreja derecha la que no soltó hasta el momento en que le diste un puñetazo y lo hiciste saltar hasta la ventana, claro que con el hocico ensangrentado y llevando entre sus dientes un colgajo de tu oreja; al momento que aullabas de dolor el hombre gris comenzó a llorar y la pareja de enanos a vociferar maldiciones y juicios funestos respecto de tu vida y la maldad, al mismo tiempo que corrían a socorrer al conejo. Pasados unos minutos el hombre gris se acercó al enano y a los conejos, formando los cuatro una línea frente a ti justo a los pies de tu cama. La sangre de tu oreja seguía saliendo a borbotones, ya no reías, tampoco aullabas, solo respirabas entrecortadamente, buscando aire para decir algo que no sabías, tu mente confusa trataba de explicar quiénes eran y que hacían aquí. El hombre gris comenzó a hablar, te dijo que este encuentro no era fortuito; él era un buscador, el conejo su guía espiritual y el par de enanos sus servidores; los buscadores eran los encargados de entregar mensajes que alguien nunca se atrevió a entregarte directamente, cosas que alguien te quiso decir pero que nunca pudo, ya sea porque no se atrevió o porque se arrepintió o porque lo olvidó, o también mensajes que tu no captaste porque no los viste, no los oíste o no les prestaste atención; su misión en este aquí y ahora era entregarte esos mensajes, eran muchos y les quedaba poco tiempo; pidió disculpas por el actuar apresurado del conejo, lo exculpó señalando que tu risa era una provocación a la quietud del alma de su guía. Los enanos sacaron de sus bolsillos un par de libros y una carpa inflable azul con forma de iglú coronada por un juego de luces led que titilaban al ritmo y frecuencia de los sonidos del ambiente. El hombre gris se sentó al centro de la carpa, sobre su hombro el conejo y en sus flancos cada uno de los enanos; comenzó la lectura. Lo primero que escuchaste fue un texto escrito por tu madre que decía: “6 huevos, medio kilo de pan, un cuarto de azúcar”, fue aquella vez que llegaste a casa con dos kilos de pan y tu madre te reprendía por no haber traído azúcar y huevos, enojado rememorabas que a esa edad no sabías leer y que nunca habías visto ese maldito papel; pasaron frases cortas de amiguitas que te quisieron; una nota de tu padre en una oportunidad en que se arrepintió de suicidarse; cartas de cobranza; pensamientos de muchos y muchas que se quedaron en el cruce de los universos; las quejas de tu hija por no ser todo lo buen padre que ella hubiese deseado que fueses; las de tu mujer, cansada de tus muchas borracheras; también destacaban los deseos buenos y malos de muchos y muchas respecto de tu destino. Cuando habían transcurrido ya cerca de quinientos años, el hombre gris detuvo abruptamente la lectura, diciendo que tu tiempo y el de él había concluido que eran muchas más las vidas necesarias para cubrir completamente tus contraesperas y contrasilencios; no era posible hacer nada más, miró a su izquierda y derecha indicando una orden que solo sus guardianes podían comprender. Uno de los enanos sacó de sus bolsillos una mesa, un mantel y un par de cubiertos, el otro un brillante cuchillo y un saco de seda; prepararon la mesa instalándola hacía el fondo de la carpa; en una silla pusieron al conejo en la otra te sentaron a ti; acostaron al hombre gris sobre tu cama y con limpios cortes lo desmembraron, echaron todo, menos el corazón dentro del saco de seda; uno de los enanos llevo el corazón del hombre gris hasta la mesa que compartías con el conejo, puso un trozo en tu plato y el resto en el plato de tu acompañante; uno de los enanos guardo el saco y el cuchillo entre sus bolsillos, el otro se hizo cargo de la carpa y todo lo que existía en la habitación a excepción de la mesa, por la misma puerta que llegaron se fueron; solo quedaban el conejo, tú y vuestra cena. Comenzaron a cenar; no sabías como hacerlo; no habían palabras, ni gestos, ni miradas; intuitivamente repetiste los ademanes de tu acompañante; luego de comerse todo lo que estaba fuera de la habitación, el interior de la habitación, cada trozo de corazón del hombre gris, la carpa, la mesa y los platos se comieron uno al otro en un acto infinito que da paso al fin de esta historia y al comienzo de otra.

Mi vida en el laberinto versión no entra nadie.

La puerta de esta habitación sigue siendo una abertura que limita el adentro y el afuera, una línea imaginaria que se ubica en el no lugar. Cada vez que me he atrevido a cruzarla en una u otra dirección he debido necesariamente abandonar, en cualquiera de los extremos, aquello que no puede estar en el otro; estas cosas, generalmente de naturaleza intangible, pues las que se tocan se integran en propiedad al lugar que las contiene, quedan abandonadas o con suerte, suspendidas, en el imaginario de lo que fue, de aquello que no volverá a ocurrir jamás. Después de cientos de años de ir y venir, de abandonar y de recuperar, de muchos cruces por el no lugar he llegado a la sana conclusión que nadie podrá nunca estar ahí, pues si cualquier alguien lo lograra en ese mismo instante todo se congelaría convirtiendo a los infinitos adentros y afueras que hoy existen en antilugares; un universo que se construye de no lugares y antilugares es sin duda algo más que uno o muchos mundos imaginarios; sería ciertamente un terreno fértil para el surgimiento de Alicias y otros héroes menos conocidos como son los Gregorianes y las Mistifeles. El universo de los anti y los no lugares solo es posible, como antes dije, si alguien logra una instalación de un aquí y un ahora en la capa sutil que une y al mismo tiempo divide al adentro y al afuera; como nadie entra por la puerta tampoco nadie sale, por lo tanto aquel estado de no-lugar se encuentra solo en estado potencial, que podría ser posible o manifiesto a partir del reconocimiento de su imposibilidad; en resumen, habitaremos el mundo de los mundos imaginarios, el metalugar, solo cuando logremos un salto a lo imposible y esto solo ocurrirá –u ocurrió- una vez, el registro de tal evento fue-es-sería solo observable a nivel infinitesimal es decir en el espacio que se construye en los límites, que no es otra cosa que el mundo cuántico, mundo por lo demás absolutamente relativo y al que podemos llegar intermediando sigilosas naves que nos permiten realizar aproximaciones infinitas a algo que se aleja cada vez que te le acercas, condición que permitiría la mantención del andar revolucionario según la definición de utopía desplegada por Manoli. Entonces si Manoli tiene razón y nadie entra por esa puerta, desde esta posición del laberinto puedo decir que mientras mantenga mi mente atenta en la conquista del no lugar, aunque nada haga, el mundo seguirá revolucionándose y confabulando a favor de la felicidad asociada al buen vivir y también al buen morir.

Hecho un rápido recorrido por los tres posibles lugares llego a la conclusión que el relato construye un mundo al que cualquiera puede acceder, incluyendo al constructor, sin mediar más clave que la capacidad de descifrar signos y construir significancias, que son tan propias como míos son los enanos, las puertas, los conejos blancos, los hombres grises y las habitaciones.

sábado, mayo 14, 2011

(kech A1-N216): Derecho a rebelión

Me declaro con el derecho de dejar de sonreír en este pueblo de grises y de llevar el ala caída aunque se me crucen por delante hasta los putos reyes; después de todo serán todos los mismos y yo uno más entre los tantos.

miércoles, mayo 04, 2011

(kech A1-N205): Karakoleando recuerdos del mañana y esperanzas del ayer.

"Caracoles. El tiempo pasa y los caracoles desaparecen. El espacio se inunda de negro...negro, negro, negro.....pero luego aparecen colores. Solo hay que esperar (2 minutos y algo más). Se utilizaron ciclos "for bidimensional" y funciones de tiempo (en este caso solo millis). El mouse tiene una función discreta -pero efectiva- al moverlo sobre el sketch.
** 18/08/09: He subido una nueva versión, con unas modificaciones en la rotación para que esta quede desfasada respecto a la escalación; y he aumentado la velocidad del sketch."


Mientras esperamos nos acompañamos de alguna musiquilla se selección charliana :-)
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(El evangelio según mi jardinero-Martìn Buscaglia)
Quizás nos acompañamos con otro temita +_+
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(Boys don't cry - The Cure)