domingo, octubre 05, 2014

(KECH-J1457) Diario de un Cerdo (Capitulo XXIX: El Vendedor)

He decidido dejar de husmear entre tus cosas, ya que no es necesario proponer un encuentro; las hojas de tu diario están desparramadas en el paisaje y en todos los rincones de esta casa que también fue tuya. Por doquier aparecen y se esconden las huellas de tus pasos, como la luna y el sol, como el viento y el mar; quizás mañana intente hilvanar alguna historia, algo que pueda dar sentido a los giros de  la rueda de nuestra fortuna, quizás; mientras, me regocijo en los regalos del hondo brillo de tu ausencia.

Amado  Cerdo, algún día, cuando yo no este, mirarás por todas partes como buscándome, te sentirás triste y desolado, abrumado, aburrido, apolillado y “amermela’o”,  todo eso eres querido Cerdo; en resumen, seguirás fielmente tu libreto de dulce charlatán desprevenido. Ya no estoy; no llores, no te sienta bien; aquí va mi regalo: 

La vuelta de la esquina (auto – presentación).

En la vuelta de la esquina hay un kiosko. En el kiosko revistas, en las revistas historias, en las historias quien las vende, en quien las vende un vendedor, en el vendedor unos ojos y esos mismos ojos son los que tengo yo: El Vendedor

lunes, septiembre 01, 2014

(KECH-J1423) La partida

El miedo a que partas sin estar yo a tu lado, es como estar en mar adentro o en medio de un desierto o en el rajo profundo de una montaña, quisiera que me llevaras contigo a todas partes, para protegerte en cada instante, para velar por todos tus sueños; sin embargo, no quiero que mi amor sea cadena tampoco quiero que el miedo nos congele ni tampoco quiero que seas tu quien se quede con la melancólica sombra de un adiós no concluido; así entonces, que no nos quede más que amarnos, en todos los segundos de nuestras compañías, en todos los rayos de la luz de nuestro viaje, que sea el ahora como el siempre; que se funda tu mano en la mía, tu abrazo en mi regazo. Juntos en todas las vidas, juntos en todas las partidas.

domingo, julio 27, 2014

(KECH J-1387) Eid al Filtr

Al final del día, cualquier hora, pues los husos confunden la razón, tomaré una canasta de caramelos, chocolates y masas dulces para los niños y niñas de mi alma; abriré camino entre ruinas, cadáveres y polvo, para tocar invisibles puertas de fantasmales familias; arriba los aviones siguen escupiendo metralla, abajo las puertas del paraíso comienzan a cerrarse. En la última luz de la utopía, una lágrima se mezcla con el suelo ensangrentado del país de la desesperanza. Mañana vuelvo a casa, el infierno es mi guarida.


Origen de la imagen: http://img.dunyanews.tv/news/2013/August/08-08-13/news_big_images/186984_14292653.jpg

lunes, julio 07, 2014

(KECH-J1367) El vuelo del pequeño sastre

Por una extraña costumbre solemos hablar de la gente después que esta ha dejado de existir en este plano, digo el de los vivos, y yo que pertenezco a la misma tribu a la que pertenecemos todos
hago lo mismo; mas esta vez lo hago con autorización, no expresa del difunto porque no me la puede dar o quizás me la esta dando al facilitar que el flujo de pensamientos se impregne en signos descifrables para otros, bueno no es lo central; me siento autorizado por su presencia, que no es otra cosa que el estar, más allá del cuerpo, más allá del tiempo y del espacio. Estamos cuando nos entrecruzamos, cuando hacemos del encuentro un rito y convertimos los gestos en historia, del hoy y del mañana, es decir esculpimos un instante que es imperecedero, que se queda radiante por una eternidad. Miró la ventana y la luz del sol trasluce los quietos colores de mis fantasías budistas; unas más largas y otras más cortas, las banderitas verdes, azules, rojas, amarillas y la blanca, trastocan mi atmósfera con una mano tibia que agradece el encargo y que trasunta de trabajo el cuento de la sombra y del olvido. El pequeño sastre, un muy buen nombre para uno de los muchos magos que van pintando nuestra vida sin que siquiera lo sepamos; en su enjuta maquina que ahora tiene alas, vuela feliz surcando el cielo entelado de un Valparaíso que no se resigna a la ignominia y al asco de los rapaces.

martes, febrero 11, 2014

(KECH-J1221) Diario de un Cerdo (Capitulo XXVIII: Kapkikua liBelulA)

Me voy a morir en este pueblo. Aburrida. Como ayer, como antes de ayer, como hoy, como mañana. El sudor se mezcla impúdicamente con el sopor. Una mosca revolotea sobre la leche, la miró, me zumba, se va. ¿Quién recogerá estas palabras? ¿Sabrá que lo estoy mirando? ¿Qué se va desenrollando letra a letra como un papiro eterno que tiene un principio pero no un fin? Cavilaciones de otoño en pleno verano a las tres de la tarde, no antes ni después. El pito del tren ya pasó y el que viene no sabe para cuando, debe esperar primero el último bostezo de la larga siesta de un pueblo entero que no puede más que dormir, mientras yo, despabilo al alma sin más ton ni son que marcar mis pasos, para que los escuches, para que me sientas más allá de mis años. Cierro el libro. Tengo muchos gatos hambrientos esperando mi mano (Papá no viene hace mucho. El Viejo Esperpento esta perdido. Del Cerdo prefiero no hablar)

lunes, febrero 03, 2014

(kech-J1213) Asesino

Debajo de las pesadas herrumbres que cubrían mis manos, mis brazos, mi cuello, mis piernas y mi vida, vivía yo, un hombre simple como todos, no había odio ni enemigos, era la sangre impuesta la que me nublaba, eran las guerras de otros las que me obligaban. Una vez más la existencia me acorralaba; otra vez solo en el borde del abismo, otra vez junto al último de mis suspiros, luchando por liberarme del velo de la razón pura; otra vez estiraba mis ojos hacía el libro, dádiva nigromante de quizás que rara herencia "La espada habita solitaria en el corazón de los guerreros, para el hierro la vida no existe, la muerte menos". La conjunción de letras en aleatorios ordenes era el antídoto al veneno del alma, una vez más había huido, pero hasta cuando ¿Donde me esperará la parca? Los desiertos y las selvas ya no guardan secretos, tampoco las montañas ni los mares. La guerra abre todos tus ojos, expande todas tus pieles, ahonda todas tus papilas, rompe todos los silencios, te hace imperecedero, un invisible, un abandonado; es la forma correcta en que la naturaleza te forma en asesino, si no, no podrías, un animal enfermo solo sirve de carroña, para matar hay que estar vivo y para morir también. Extraños soliloquios que solo sirven para marcar el paso, un tambor interno que no cesa, que oculta el zumbido del llanto y los aullidos del dolor. Abrí los ojos, me sentí libre nuevamente, me levante y seguí la huella; a mi lado los otros, uno o dos o miles, no importaba, somos el engranaje de una maquina de matar, la sangre no cesa, el viento dibuja aromas de carne quemada, uñas, pelos, ropas, las ordenes estaban inscritas en el centro de mi ser, la opción de ser libre me tortura, la imagen del animal enfermo y del pico ensangrentando del carroñero me hace olvidar al hombre, a ese que algunas veces juega al borde de un abismo, ilusoriamente liberador.