domingo, octubre 05, 2014

(KECH-J1457) Diario de un Cerdo (Capitulo XXIX: El Vendedor)

He decidido dejar de husmear entre tus cosas, ya que no es necesario proponer un encuentro; las hojas de tu diario están desparramadas en el paisaje y en todos los rincones de esta casa que también fue tuya. Por doquier aparecen y se esconden las huellas de tus pasos, como la luna y el sol, como el viento y el mar; quizás mañana intente hilvanar alguna historia, algo que pueda dar sentido a los giros de  la rueda de nuestra fortuna, quizás; mientras, me regocijo en los regalos del hondo brillo de tu ausencia.

Amado  Cerdo, algún día, cuando yo no este, mirarás por todas partes como buscándome, te sentirás triste y desolado, abrumado, aburrido, apolillado y “amermela’o”,  todo eso eres querido Cerdo; en resumen, seguirás fielmente tu libreto de dulce charlatán desprevenido. Ya no estoy; no llores, no te sienta bien; aquí va mi regalo: 

La vuelta de la esquina (auto – presentación).

En la vuelta de la esquina hay un kiosko. En el kiosko revistas, en las revistas historias, en las historias quien las vende, en quien las vende un vendedor, en el vendedor unos ojos y esos mismos ojos son los que tengo yo: El Vendedor