viernes, agosto 04, 2006

N-355..La alquimia del dolor y la magia de la destrucción, del milagro a la maldición: Agua por vino, sangre por hiel..

Pasaba el Cristo por las afueras de Qana, la algarabía llamó fuertemente la atención de un hombre retraído y profundamente concentrado en la búsqueda de caminos de salvación para el descarriado pueblo que le daba vuelta la espalda, le escupía y le negaba. Al acercarse al lugar del que emanaba la música y la alegría, se dio cuenta que estaba en medio de la celebración de una boda, sin saber el como ni el porque, comenzó a bailar haciéndose parte de la celebración; al cabo de un rato, la música se detuvo y los invitados e invitadas comenzaron a retirarse, la repentina interrupción le desequilibro el temple, hacía mucho tiempo que no se sentía tan feliz como en ese momento, sin embargo, todo terminaba; frenético miró a sus discípulos, quienes encogidos de hombros y con caras de yo no fui, se exculpaban de cualquier responsabilidad en la interrupción de la fiesta, bien conocían el iracundo temple de su maestro, por tanto bien sabían que debían apaciguarlo o hacerse los giles. Sin encontrar respuesta entre sus estudiantes el Cristo empezó a buscar a los dueños de casa, el padre y la madre de la novia; al verlos, les preguntó de inmediato sobre que pasaba, sobre cual era el motivo para interrumpir tanta alegría; el padre de la novia, abrazado a su hija, le indicó que la fiesta se terminaba porque el vino y la comida se habían acabado y no había nada más que ofrecer a los invitados e invitadas; Jesús los miró con su angelical sonrisa de niño malicioso, haciéndoles entender que la fiesta debía continuar, la alegría era el fin de la divinidad y él era el ángel principal, dios de dioses, hijo del todo, carne de la carne, por lo tanto la fiesta debía continuar, el vino nunca se acabará, toda vez que sea la alegría de la mesa de los humildes y de los justos; dicho esto, las jarras se volvieron a llenar y nunca se vaciaron, hasta ayer. Hasta ayer domingo 30, cuando la sombra del odio se volvió ciega contra la vida y barrió con pólvora y metralla la sagrada inocencia de la alegría pura; el vino se volvió sangre, las calles de Qana se tiñeron de rojo, el agua de Israel nunca más volvió a ser pura, nada más quedaba por hacer, una vez más deberían convertirse en errantes, quizás ya no de cuerpos si no de espíritus; el silencio te hace cómplice, la bandera a la que arrimas es la mortaja que te esconde. Nadie puede ser hijo de una patria que mata inocentes. El Cristo volverá a nacer en los millones de gusanos que carcomerán la carne de la inocencia arrebatada. Israel no existe, es sólo una pesadilla. La sangre de Qana es la hiel que amarga el agua de Israel.

No hay comentarios.: