martes, marzo 25, 2008

a5-N208:Dignidad (un mini cuento a propósito de abusos de poder y uso desmedido de la fuerza, cualquier similitud con la realidad es pura casualidad

Vinieron a buscarme muchos hombres, demasiados para un viejo enclenque y lánguido como yo. Sabía que llegarían pero no los esperaba tan pronto y con tanta exageración; solo ayer por la mañana cerca de las doce fue cuando deje la cagada. Estaba tranquilo en la cola, como de costumbre, como todos los meses, año tras año, el día 15, 14 o 16 dependiendo de si el 15 era distinto de sábado o domingo; mirando al cielo, al suelo, meditando, quizás hablando algunas banalidades con alguien de adelante o de atrás, a la espera que la fila avanzara. Ayer llegue a las siete de la mañana como es mi costumbre en la idea de estar listo antes del mediodía, para luego pasar al mercado comprar verduras y frutas frescas, un poco de lomo liso, una botella de buen vino y almorzar a lo menos por un día como rey; sería un día como tantos, una bucólica mañana de viejo jubilado al borde del cajón; pero no fue así, no porque yo no quisiera si no porque las circunstancias jugaron en mi contra y porque el espejo del pasado se me hizo trizas cuando menos lo esperaba. Eran ya las diez y aún no lograba entrar al banco, la cola avanzaba lento más lento que nunca, solo una caja estaba funcionando. Como nunca el sol de la mañana estaba haciendo hervir mi cabeza y también las de los otros viejos que estaban conmigo; dos personas más adelante que yo, había una vieja flaca vestida de negro, de pelo lacio y gris que se fue de hocico al suelo en un santiamén; sentí el quebrar de sus huesos, al tiempo que vi una mancha de sangre roja y negra que se formaba alrededor de su cara; algunos trataron de darla vuelta, de levantarla pero el horror los detenía, la viejita estaba muerta y nadie podía hacer nada, nadie hacía nada; comenzaron los gritos llamando una ambulancia, llamando a los carabineros, nadie llego, quizás fueron segundos, quizás minutos; en ese mismo instante abrieron las otras tres cajas y la multitud se abalanzó, pasando unos sobre otros arremolinándose sobre si mismos, tropezándose con los que caían , esparciendo la sangre de la vieja muerta en la calle, de pronto, como siempre, aparecieron ellos con sus fustas de metal golpeando al aire y a nuestros cansados cuerpos – ¡Atrás, atrás, atrás, ordénense¡ nos gritaban y nos golpeaban; se veían gozosos ocultos tras sus cascos que eran la mascara del verdugo; uno de ellos me golpeo primero en el poto, luego en las costillas; cubrí mi rostro; baje la cabeza; la levante, ahí estaba de nuevo, me golpeo en el cuello; chille; lo mire; me vio a los ojos; me empujo; levantó su brazo regordete y golpeo a una viejecita que estaba a mi lado; ella cayo al suelo; la escuche llorar; la vi sangrar por la nariz; lo empuje; otros me ayudaron; cayo al suelo; lo pateamos muchas veces; le quite su arma; me volvió el poder; me sentí dios, amo y señor del fuego, apunte a su cara; me gritaban no, que no lo hiciera; quería hacerlo; era una vez más un jovencito justiciero; jale el gatillo una vez, dos veces; los viejos se apartaron, el paco quedo dando tiritones, convulsionado; solté la pistola; me abrieron camino; arranque; me fui, a mi casa, a ver tele, a esperar verme en las noticias, me vi; sabía que era cosa de tiempo; vendrían por mi. Llegaron, me trajeron aquí, me trataron bien, estaba la tele; pregunte si el paco seguía vivo, me dijeron que no; lo imagine en su ceremonia de despedida, enterrado como un héroe; me gustaría que hicieran lo mismo por mi, la dignidad es un don divino y yo lo defendí.

Imagen tomada desde: www.noticiasdealava.com/.../d03esp31.433446.php.

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