martes, junio 26, 2012

(KECH-j626) Rapsodia para un angel gris

Como el viento leonino que baja de la sagrada montaña, fulgura mi aliento de pintor desvanecido. A mis espaldas, piensas que no era yo el que esperabas ni era yo al que tu amabas, mas no te queda ni un segundo para el arrepentimiento; a tus espaldas, mi otro yo conspira contra tu pécora inocencia. Sobre nosotros un ángel curioso de grisáceas plumas, no deja de fisgonear nuestros devaneos; él sabe que la desventura no es el privilegio de unos pocos sino el almud roto de las multitudes. ¿Hasta cuando seguiremos jugando mezcolanzas y acertijos? ¿Esperaras tranquila que mi puñal vuelva a caer sobre tu vientre y que tu lánguida mirada vuelva una y otra vez a enviarme al fondo musgoso de la soberbia y la locura? Hemos pasado por este mismo sendero tantas veces, las mismas en que te he besado debajo del naranjo, las mismas en que me has escrito bellos poemas que no tenían más sentido que la adoración; en todos estos viajes nunca he dejado de amarte y tu nunca has dejado de ser yo. ¿Estaremos condenados por un mago despechado o por una reina inconclusa? Nadie lo sabe, mucho menos tú, mucho menos yo.

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