Las olas del otoño tiñen todo de un color ámbar, un tapiz crujiente va
marcando los pasos de una ciudad adormecida cubierta de gentes
taciturnas, cavilantes, grises. En este paisaje me siento feliz, no paso
inadvertido, ellos, también ellas, sienten mis pasos, el resoplido sonoro de mi
respirar, como ríe la vida, perdón, esa es otra historia, la de Gitano.
Decía que aquí, hoy, me siento feliz, despiertan mis ganas de devorar,
masticar tibia carne, son las olas del otoño y las hojas, crujientes quiebres
de finos huesos, brillan mis ojos, me transporto.
Soy yo y seis otros hijos y otras hijas de mi madre, ellos son tres y tres
ellas también, el primero o el mayor soy yo, antes de mi ella era solo una
ahora son más que uno, quizás sin límites, pero, al mirar atrás en busca de
principio veo que otras yo me están antecediendo, ya han construido y me han
dibujado, hecho cuerpo, hecho carne, Gitano me llamaron.
He aprendido a amar a Confucio, no necesito buscarlo, ni esperarlo, ni
abandonarlo, siempre está, es su poder. En un comienzo yo era inmune, me era
invisible...
Lo que sigue: Amalgama pluriforme de ángulos e intersticios.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario