miércoles, noviembre 08, 2006

A2-D188...Rekuerdo de un krimen en luna llena. (kuentiko de primavera furiosa)

(prekaución: NO APTO PARA MENTES INESKRUPULOSAS)

Guardó durante muchos años sus ansias. En pelíkulas e historietas siempre le llamó la atención que el asesino siempre volviera al lugar del krimen, quizás era un artilugio para hacer más fácil el trabajo de los jovencitos, termino que usaban su padre y su madre para referirse a los policías protagonistas que siempre lograban atrapar a los malhechores. El no volvería jamás al lugar del krimen, era un tabú que había que respetar. Muchos días y también noches pasó cerca de la misma estación desde la cual había huido hace veinte años atrás, con el korazón palpitante y las piernas temblando. Sin embargo, nunka rememoró el momento, nada. Algunas veces al pasar se había sorprendido echando una mirada descuidada hacía el andén, sin klara konciencia si era él o el personaje quien miraba el lugar de los hechos. Pero, ese día fue distinto; motivado quizás por la profundidad de la monotonía o por la invisibilidad de sus actos en una ciudad de invisibles o de su aburrido paso por esta vida, hizo lo que nunka había querido hacer, se sentó en la vieja estación, hoy remodelada y komenzó a recordar. La misma luna llena reflejando su pálida brillantez sobre las quietas aguas de la bahía, configuraban el escenario propicio para la dramatización de su preciado y okulto momento; el úniko drama que tenía sentido en una infinita serie de cuadros generales que se repetían y repetían.
Eran las 10:05, el último tren pasaba en 10 minutos más. Los silbatos de anuncio de la partida se oían venir con nítida klaridad desde la Estación Puerto. Una mujer de unos cuarenta años, de kabello rubio mal teñido, desvencijada pero bien vestida, le pidió fuego para su cigarro; el hizó komo que no la había escuchado mas en un gesto automátiko de buena ciudadanía, metió su mano al bolsillo del pantalón para luego extender su encendedor prendido, hacía cuya llama, la desgarbada mujer acerko su cigarro.
-Gracias. Dijo la deskonocida, mirándolo de reojo.
-De nada, le respondió, siguiendo hundido en sus pensamientos.
La mujer, se sentó a su lado; muy cerka, rozándolo kon sus piernas; tan cerka que él respingo la nariz ante el desagrado que le producía el pikor dulzón del aroma del perfume que ella llevaba. Sin simular su molestia, él se alejo de su lado buscando perder el kontacto físico.
- Ke shoro el marinkoncito, dijó suavemente la perfumada.
- ¡Ke te kreís konshetumare! , le respondió enérgikamente, empujándola kontra la pared.
La mujer lo tomó del pelo.
- ¡ Sueltame kulia! Le gritó.
Ella siguió tirándole el pelo kon más fuerza aún, al tiempo ke le golpeaba las pantorrillas kon sus pies.
- ¡Suéltame kulia ! Le volvió a gritar kon rabia. Metió su mano en el bolsillo de su chaqueta y sakó un kuchillo kortaplumas ke siempre llevaba a kuestas.
- ¡Suéltame konshetumare, suéltame! Klavó el cuchillo primero en su kara , luego en su cuello, para por último empujarla, logrando al fin zafarse de ella.
La mujer kayó sobre los rieles al mismo tiempo ke el tren llegaba al andén.
El silbato del tren fue un alarido; los fokós hicieron la luz que alumbró el infierno del fatídiko final.
Korrió y korrió por las negras kallejuelas del puerto, el korazón palpitante y las piernas temblando, arriba una pálida luna abrillantaba las sombras y el lecho marino. Se metió en un bar y se dejo llevar por la músika y las kopas; sintió ke un sueño lo inventaba, encerrándolo para siempre en el oskuro laberinto de la memoria.

(la imagen del muerto –ke no soy io- esta tomada de http://www.otrasfronteras.com/imagenes/mas_alla/muerto.jpg )


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