lunes, marzo 15, 2010

a8-j1: Ruego por el fin de la era de los grises

Desde que se cortaron las cuerdas de las guitarras, Valparaíso parece hecho de nada. La angustia del sube y baja de mareas entrantes en bares pasados a meado ya no es la misma. El fascismo vestido de gente con el cuello a la corbata y los míseros pasquines que lo alientan me tienen a mi a otros y a otras hasta la coronilla, hasta la tusa; más arriba del hueso como diría mi abuela (dios la guarde y la favorezca en su santo reino). Hay calles de mañana que ya no vislumbran plazas; árboles que no esperan niños; pelotas que no se desbarrancan; sólo quedan cantores de monedas monótonas: día tras día las mismas notas, la misma estrofa. Estos, los grises, no son más ladrones que los otros, los multivariados, son igual de ladrones pero son fomes, no calientan a nadie, no hacen florecer nada. Grises, todo lo corroen, todo lo enturbian; Valparaíso se vuelve el reino de los grises; Chile entero se vuelve el reino de los grises. Ay malacatosos y malacatosas, polivalentes y parlanchines, que mal cuidaron nuestra alegría, que mal trataron a nuestros colores, que mal honraron a nuestros muertos. Sin embargo, como siempre, la esperanza y la paciencia están en nuestro lado, límpidamente dignos y dignas, nos rearmamos como ayer: de esquinas, de palabras, de miradas y conspiraciones, de ilusiones coloridas para repintar nuestras almas, para erradicar a los grises y ojala para siempre, ahora si que para siempre. Que así sea.

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