Los días más largos vinieron con el frío y la lluvia tardía.
Habían pasado varias semanas desde que ella se había ido; la casa era más
grande y más amplios los silencios. Era así el abandono, la antigua piel alguna
vez se erizó ante el vacío de la noche, la fría celda no es el verdadero
castigo, el real es el hastío; mientras más libre más solo, mientras más solo
más triste.
El zapallo ya no sabe igual, ni la harina, tampoco el aceite
y menos la chancaca, algo hizo que todo cambiara. Un anunciado eclipse de sol
podría ser el mejor momento, cuando el día se haga noche ocurriría el arrebato
¿y si se hace cierto?, tendremos que asumir que las sopaipillas, secas y
también pasadas, tendrán que servirse en una mesa engalanada, aunque todo sepa
diferente, en el centro del corazón nada ha cambiado, salvo el gris, el cáliz y
la sangre.
El gris y el hastío combinan armoniosamente, es casi el no
color, el infinito espacio de la oscuridad salvado por unas fotónicas tormentas
blancas, frías como la nieve que nos sepultó en Antuco, en la triste marcha de
la noche sin fin. La sangre es la de Cristo y los millones de personas
inocentes asesinadas por mandatos de odio fundados en falacias, fantasías de
mentes corruptas, ángeles de la muerte disfrazados de banderas, razones y bendiciones.
El cáliz es el olvido, el sumo del tiempo atrapado en el vacío.
Son los días más largos, espero que el bosque me proteja y
me aguante, hasta la otra orilla de este invierno.
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