Los ojos de Perseo camino al patíbulo parecen perdidos, escucha a la distancia el trinar de las aves y rememora el olor de los naranjos, su piel se eriza en la sensación de una última caricia; el amor no tiene fin, repite el eco de su voz, las ordenes del verdugo son las voces de su padre incitándolo a vencer el miedo. Perseo llora, la lluvia cae, nadie supo cuando, nadie supo dónde.
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