jueves, abril 27, 2006

J-CCLX.. La sangre del pirata

(kopiado por kuxtodio manrikex desde el cuaderno de composición de su hermano mayor)
No se puede violar el sacro derecho de un autor, la obra y el genio son una misma cosa y más vale cuidarse de los avatares del destino. Cada vez que nos veamos tentados a profanar la sacra unidad entre la mente, el cuerpo y la imaginación, reflexionemos seriamente sobre los efectos del quebrantamiento de la ley del universo; si Olegario Baeza hubiese sabido o a lo menos intuido este principio, no sería hoy polvo de hormigas y albergue de gusanos. No era la primera vez que le advertía respecto de no seguir fingiendo ser el creador de La Iliada, los años que Homero y yo nos llevamos en tal aventura no podían ser mancillados por la insolente verborrea de aquel poeta menor; tras la muerte de mi mentor juré difundir su obra, nuestra obra, por los siglos de los siglos, nunca jamás a nadie se le había ocurrido pensar en hacer una revisión critica o una interpretación histórica, pues se sabía que el resultado sería idéntico a la obra en sí; más allá de demostrar la existencia de Ulises o de contradecir el tiempo que estuvo en la isla de las sirenas, lo que Baeza pretendía era cohabitar en el mundo que Homero y yo habíamos construido. El 31 de julio de 1942, cuando el reloj del Turri marcaba las diez con diez, Olegario se presentó en mi despacho, sin previo aviso y mucho menos con acuerdo de mi parte, traía bajo el brazo un legajo de unas quinientas páginas mecanografiadas a espacio simple, me pidió, más bien me exigió, que prologara su infernal criatura, que pusiera sello y verosimilitud al ignominioso resultado de su delirio de grandeza; me levanté airado, lo miré de frente y le puse un solo balazo entre medio de sus ojos de sapo; mientras la bala salía del cañón hacia su frente le recite en jerigonza y de atrás para adelante nuestra obra completa. Homero me miraba gustoso desde el Olimpo, a pesar de estar al lado de Zeus y los otros dioses y diosas menores, seguía siendo un humano tierno, humilde y complaciente; nuestro secreto seguía estando bien guardado, el mundo podría seguir navegando al lado de Ulises y Homero podía seguir disfrutando del paraíso; estamos ciertos que Baeza no será el último pirata que venga por nuestro tesoro, pero bueno, aqui estare yo, vigilante, nuestra odisea aún no concluye.

(imagen tomada de http://jfbradu.free.fr/GRECEANTIQUE/themes/pugilat.jpg)

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