sábado, noviembre 22, 2008

a6_j80: cuento frustado por konkurzo limitado a CXX palabrotas (saludos arxentina..lector/a del segundo kreacional))

Gigantes.
No recuerdo muy bien, porque yo era chiquitito, como tú, quizás un poquito más chiquitito que tú; no, igual que tú; si, igual que tú. Hacía frío, era de noche, estaba muy oscuro y no podía dormir; no quería dormir, no me gustaba estar solo, igual que tú; pero yo tenía una abuelita, cosa que tú no tienes o sea, la tienes pero no esta aquí, mejor dicho, no están aquí; una está en el cielo y la otra está allá lejos, muy lejos, en Santiago. Bueno, no importa, yo seré tu abuelita. Un día, hace mucho, mucho tiempo, vivían en la tierra los hombres y los gigantes, los gigantes eran buenos y los hombres eran malos. Los gigantes eran dos, mejor dicho, tres; Juan, un gigante grande y peludo como el Dogui, pero grande, grande, más grande que esta pieza, más grande que tú más grande que yo, era como del porte de las grúas, por eso era un gigante y además era feo, muy feo, más feo que yo cuando me enojo; tenía unos colmillos largos, largos, tan largos que le llegaban al suelo; cuando el gigante Juan caminaba iba dejando dos canales que se iban llenando de agua, pero que no era agua, si no sus lagrimas; si, sus lagrimas; el gigante lloraba, chillaba, aullaba; porque como tenía dientes tan largos, los arrastraba por el suelo y ahí chocaba con las piedras, con las ramas, con las casas, con los autos, con cualquier cosa que se cruzaba y eso le dolía; le dolía, mucho, mucho y lloraba y lloraba; al llorar aullaba y aullaba tan fuerte, tan fuerte, que parecía un monstruo y asustaba a todos los niños y a los papás y a las mamás, a todos, hasta los leones se asustaban; todos tenían miedo, tanto miedo que no podían pensar, solo tiritaban y pensaban que la única forma de librarse era matando a los gigantes. El gigante Juan no estaba solo;ningún ser vivo esta solo, para vivir se necesitan siempre a lo menos dos; uno es el origen y dos la eternidad; el gigante Juan tenía una giganta que se llamaba Juana, igual que él, pero distinta, ella no aullaba, ere silente silente, o sea, calladita; calladita como el sueño, como el tuto; que sueño me da cuando la nombro; era calladita pero valiente, brava, gigante de gigantes; la Juana, le hacía cariñitos al gigante llorón y soplaba y soplaba para que los hombres y sus perros no pudieran sentir su olor; entonces el gigante aullaba y la Juana soplaba:-auuuuuu -ayayay -auuuu -ffffffff; los árboles se movían para allá y para acá;-ayayay -auuuuu -uffff -sssss -fussfuus, crujía la casa, se levantaban las fonolas; nadie se atrevía a salir; al otro día, a cada lado de la calle, aparecían dos ríos chiquititos al que le echábamos palitos y barquitos de papel; esperábamos que llegarán lejos, lejos, hasta el mar, hasta Cartagena o a Valparaíso; el Juan y la Juana tenían un gigantito, el Juanito, que no hacía nada, solo jugaba; el era un avión, un pajarito, una lagartija o un ratón, cualquier cosa; el era el tres que es lo mismo pero al revés; así eran los gigantes y así era yo y así eres tú y también nostros. Los hombres siguen buscando a los gigantes, pero nunca los van atrapar, porque este cuento no tiene final.

Imagen derivada desde aquí: cuculi.blogspot.com/.


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