domingo, mayo 28, 2006

J-CCXCI....la mano ajena rompe el silencio y Ona se libera del cazador.

Un vagabundo me miraba; le dije que yo no era la persona que el buscaba. El me miró con furor y lloró, luego empuñó su cuchillo cercenándose el dedo meñique; el comenzó a comer de su carne. Ona cayó desde el cielo, abrazó al vagabundo con un gran amor, me miró con desprecio y me escupió. Ona también esta comiendo de la carne del vagabundo. El teléfono no para de sonar; yo no estoy viendo una película en tiempo real; el teléfono sigue sonando; yo no estoy muerto, es solamente un mal sueño, otra maldita trampa del cazador. Ona me vuelve a mirar, le digo que el vagabundo no existe, que el es solo un refugio, un recuerdo del futuro. El teléfono sigue sonando. El cazador duerme en el cuerpo de Ona. Los perros acechan. El vagabundo abre una puerta; los perros se escapan. Ona también desea escapar. Esta tarde llega a su fin; tras la puerta la pradera infinita se ve repleta de flores. Lenguas de fuego dibujan el crepúsculo. Es la primera vez que Ona me ha mirado de frente; ella toma mi mano; me abraza; me pide que cierre la puerta y luego se va. La noche comienza a caer; el cazador esta desconcertado, el no existe en ninguna parte, menos en esta inmensidad. En este nuevo interior, la mano ajena rompe el silencio. El cazador nunca existió por si mismo, el es carne de nuestra carne; somos mucho más que su historia, somos el cielo y la pradera, Ona lo sabe, yo intento comprender.

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