jueves, diciembre 22, 2005

J-CXXVI...Viejo Esperpento (abreviación del mozo del Zunrize)

Viejo Esperpento me llama la gente. Vivo sólo desde siempre, esta casa no tiene dueños, pero todos piensan que es mía, la cuido lo necesario, al límite de que no se la apropien las ratas ni las cucarachas, aunque debo reconocer que he sido condescendiente con palomas y arañas. Escrito tengo en la memoria que a este pueblo nunca vine en la idea de perpetuarme; venía por trabajo, más arriba la sequía llevaba ya tres años, ni ovejas ni llamas nos quedaban y las que resistían ni para charqui alcanzaban. El pueblo era hermoso, mucha gente y muy alegre, encontré trabajo en un negocio de la plaza en el que se podía uno deleitar con sólo entrar, lo malo es que nadie entraba, a lo menos, nadie a quien yo pudiera reconocer o de quien pudiese hablar. Ahí estaba, siempre trabajando, siempre dispuesto y disponiendo, pero sin persona alguna a quién servir. Durante años, día tras día, la espalda se me fue encorvando y el traje royendo, al salir del Zunrize, la gente me miraba con pena, algunos me tendían monedas y yo las recibía; las necesitaba, con ellas compraba un pan, a veces unos huevos y una cebolla. El negocio seguía reluciente, brillante y acogedor por eso iba ahí cada día; habría a las ocho y cerraba a las diez, perdón, hoy sigo asistiendo, debe ser así, Zunrize debe seguir brillando. El pueblo se fue vaciando al tiempo que yo envejecía, note que el pueblo moría, cuando dejaron de llegar los camiones de las minas y cuando el paso del tren se fue espaciando, hasta detenerse. Mi casa esta frente a la estación, al comenzar el día a contraluz se alumbran la ventanillas de las boleterías y por los juegos de las sombras pareciera verse el ir y venir de fantasmales pasajeros, pero es sólo la imaginación alimentada por la melancolía y la soledad. Hoy día sólo quedan unos cuantos; aunque afanosamente, jóvenes citadinos, hombres y mujeres, vienen a instalarse a las antiguas casas que eran de sus tíos y abuelos. Yo sigo atendiendo el Zunrize, para la gente pareciera no existir, cuando salgo del local y también cuando entro, me gritan curiosos –¿Dónde vas Viejo Esperpento?, les devuelvo una sonrisa, ellos una moneda y seguimos jugando: yo con mi pan con huevo y cebolla, ellos y ellas con su curiosa esperanza.(la imagen se titula "Gris" es otra de mi bella chibizumi)