viernes, noviembre 18, 2005

D-92..historia de letanías

Sueño contigo en las largas tardes de esta vigilia. Son siete lunas las que han seguido nuestro encierro; sólo nos quedan unos cuantos caballos famélicos y duros, más el agua del pozo, cada vez más turbia y llena de inmundicias. Nuestra moral disminuye con nuestra fuerza; he perdido tres dientes y los piojos muerden mi cabeza sin cesar; los otros están como yo y hay algunos en peor estado. Ayer quemamos el cadáver de Joseph, su herida nunca dejo de sangrar; al fin de sus alientos, unos gusanos blanquecinos salían de su vientre; el hombre ya ni siquiera gemía, sus ojos azules ya no tenían el brillo que te deslumbraba, el estaba muerto desde hace tiempo, pero nadie quería reconocerlo. Al otro lado de estos muros, unos cuantos metros más allá, están ellos, llenos de vida y alegría, creo que se han apropiado de las mujeres de una caravana de gitanos, escucho sones zíngaros y huelo el aroma del humo de palo santo que queman para aquietar los espíritus de sus muertos. Hiciste bien con dejar que las cosas siguieran su rumbo natural; el cansancio es lo único que nos libra de nuestras blasfemias, sólo se cansa el que lleva arduamente sus razones por delante; eres una mujer inolvidable pero también innecesaria, sobre todo hoy, después de recordar que el murió pensando en que lo traicione, cuando el traicionado era yo y tú la responsable de tanto delirio; prefiero encontrarte en los sueños, no eres bienvenida en mis recuerdos; en los sueños te ves más dulce y lo mejor, desapareces al despertar. De seguro que Joseph estará soñando que viajas junto a él, que sus heridas desaparecen y que la guerra y este acecho nunca han existido; si el supiera que ni tu ni yo soñamos, quizás se despertaría. Volveríamos a casa. Estas largas tardes serían letanías.