miércoles, noviembre 02, 2005

N-78. El cielo esta abierto sólo hasta el mediodía del día 2

Las almas de los bolivianos y bolivianas se van todas al cielo. Cada primero de noviembre los parientes de los ya muertos preparan y engalanan mesas repletas de color y vida: fotos de los difuntos, flores, alimentos y bebidas. Los seres de luz vuelven a sus hogares terrestres, vienen a compartir la mesa con quienes se han quedado en la tierra. Oraciones, recuerdos, comida, música y bebida adornan el encuentro entre los vivos y los muertos; al día siguiente las mesas son trasladadas hasta los cementerios, siendo levantadas al mediodía, justo a la hora en que el cielo cierra sus puertas. En medio de cantos y oraciones los muertos vuelven a su morada. Hay algunos que no quieren tener más muertos en su familia, para eso voltean la mesa el día anterior y luego la vuelven a levantar el día de la despedida. Todos los muertos son celebrados; algunos son muy queridos por la población, es el caso del compadre Carlos Palenque Aviles, un hombre de gran bondad que ayudaba a la gente pobre, una paisana dice “el me ayudo a juntar la plata para pagar la operación de mi hijo, yo nunca lo voy a olvidar, nunca”. Para la población aymara estos días son sólo el comienzo de la celebración, ellos celebran a sus muertos durante todo el mes de noviembre.

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