martes, septiembre 13, 2005

la veintinueve noche, konsecuencia de una estruendosa tarde paceña

La Paz es una xiudad kuxtodiada, su riqueza es inconmensurable; no hay más opción que la preservación de los tesoros. El día previo a esta noche, mucho antes que el sol quisiera irse, vinieron desde el occidente los grises carruajes de las iracundas deidades y tiñeron de sombras el alto y el bajo de esta ciudad. El estruendoso choque de los carros se amplificaba entre las laderas que encajonan el bajo, haciendo temblar la humanidad y el alma de los ciudadanos y las ciudadanas. Las iracundas deidades irradian su carácter sobre los/as habitantes, quienes muestran la misma belicosidad de sus guardianes/as; no logro comprender plenamente, en el reconocimiento de esta condición, porque pudieron ser dominados y conquistados por los españoles, aunque si miramos en perspectiva el devenir histórico de este pueblo, podemos interpretar que su constante rebeldía y la manifiesta ingobernabilidad en que viven, no es otra cosa que la manifestación de una profunda y vigente resistencia, como ejemplo vivo, ahí esta su lengua y la vigencia de una forma de vivir propia y diferenciada, entre estas montañas, ni la conquista ni el mestizaje ha logrado borrar la presencia de este pueblo. Justo hoy, el estudiantado y los otros estamentos universitarios marcharon por las calles de La Paz solicitando una mayor participación en la distribución del fondo que se constituye con el reciente decretado impuesto a las empresas extranjeras que explotan los hidrocarburos; al mismo tiempo, otros grupos de personas pertenecientes al municipio de la ciudad se encontraban en huelga de hambre por igual motivo; los marchantes avanzaban con gritos y banderas y pequeñas detonaciones de pólvora, que simulaban el choque de carruajes de las deidades, desde las aceras muchos ciudadanos y muchas otras ciudadanas abucheaban el paso de la estudiantina y sus maestros/as; los/as mendigantes, repartidos por todas las esquinas y rincones de la ciudad miraban absortos el pasar de la marcha, a ellos y a ellas no les importa nada, sólo esperan que una moneda caiga entre sus manos o dentro de sus sombreros; yo sólo observo, es mi opción preferencial en este momento. El bullicioso trajín de La Paz, es hermosamente humano, la comunicación y el desenfreno es directo, no hay tapujos ni comportamientos encubiertos, parecen personas retraídas pero no lo son. Vale la pena resguardar este mundo. Los policías de la foto vigilaban a los/as marchantes, evitando también el enfrentamiento entre ellos/as y quienes se les oponen. La Paz es un polvorín, siempre lo es, sus habitantes del alto y del bajo, son tan iracundos/as como sus estruendosas deidades.